Recuéstate en la cama. Pon una mano sobre tu abdomen y la otra sobre tu pecho.

Si cuando respiras el pecho se te hincha, estás haciendo una respiración superficial. En cambio, si es la mano en el vientre la que se eleva, entonces estás realizando respiraciones diafragmáticas.

Cuando haces deporte, el cuerpo demanda mayor oxígeno, entonces la respiración superficial es la que se necesita para recargar esos pulmones.

Pero cuando no hay necesidad de esa recarga de oxígeno la respiración debería ser diafragmática. El asunto es que muchas personas están habituadas al uso de la respiración superficial incluso cuando están sentados y relajados.

Una de las razones de este hábito puede ser el estado de estrés constante debido a la ansiedad u otro estados de excitación.

Otra razón puede ser la pretensión de querer mostrar un abdomen plano. Incluso es posible que muchos no quieran adoptar el hábito de la respiración diafragmática por una cuestión de vergüenza y preocupación estética.

Al margen de ello, la respiración diafragmática es la más recomendada por los especialistas. Hace la respiración más lenta y profunda.

En estados de pánico, la respiración se acelera y la persona empieza a hiperventilar. Es decir, eliminamos más dióxiso de carbono que la que el cuerpo produce y se desestabiliza aún más el cuerpo. Aunque este estado no sugiere ningún peligro para la persona, se pueden sentir mareos, sensaciones de ahogo, susto de que pueda pasar algo peor.

No es posible morir por ello. Así que lo mejor es tranquilizarse y mantenerse positivo.

1. Recuéstate en la cama, boca arriba. Pon una mano sobre tu abdomen (debajo del ombligo). Inhala lenta y profundamente.

2. Lleva el aire a la parte inferior de los pulmones.

3. Siente como el abdomen se eleva.

4. Exhala (vota el aire) despacio.

Realiza el mismo ejercicio hasta que se haga habitual. Practícalo sentado, de pie y caminando. Es preferible inhalar el aire por la nariz y exhalarlo por la boca.